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El viaje del interventor: la solfatara ciudadana

21 años del Santiagueñazo.

Sumergidos en la desolación y un sistema económico quebrado por los justicialistas, quienes desplazaron de la escena política a su líder, Carlos Arturo Juárez, la Provincia adeudaba tres meses de salarios y una ola de corrupción seguía por detrás.

El Santiagueñazo empezó temprano, a las 10, aquel 16 de diciembre de 1993, una turba y varios infiltrados quemaron las instalaciones de los tres poderes del Estado. Casas de funcionarios fueron saqueadas, incluso de Carlos Juárez, según relatos íntimos, Marina “Nina” Aragonés perdió varias fotos familiares y un molesto se colocó una prenda femenina en la cabeza. Las imágenes recorrieron el mundo.

Soy cordobés. 
Llegó el día 18, el nuevo interventor asumía en mando provincial, al lado estaban Héctor Ruiz y Mario Bonacina –fallecido-, intendentes de La Banda y Capital, las comunas no fueron intervenidas, pero el Concejo Deliberante quedó cerrado. Allí empezó otra historia.

Juan Schiaretti, contador, cordobés y mano derecha de Domingo Cavallo, el súper ministro. Estuvo casi dos años como interventor federal, dejó una deuda pública abultada; y en 1995, la vuelta de Carlos Juárez, debió renegociar con la Nación.

Schiaretti fue sinónimo de despilfarro, y hasta hoy retumban las orgías en El Zanjón, al sur de la ciudad Capital.

Los santiagueños quisieron desterrar al juarismo, iturrismo, zavalismo, varios ismos, y no pudo. Al poco tiempo, Carlos Juárez instaló un sistema de recorte salarial y de persecución política fenomenal.

El Santiagueñazo no fue una revolución, ni revuelta, hartos de la corrupción buscaban un nuevo líder, no lo encontraron; se filtraron agitadores de Tucumán y Córdoba y quemaron los tres poderes del Estado. Y muchas causas judiciales quedaron en cenizas.

Como los cambios no son profundos, el poder se vuelve a recomponer después de la crisis. En 1993 y 2004, las fuerzas vencen al espíritu ciudadano, porque son muchas las instituciones que buscan el equilibrio, la misma jerarquía y participación social para dominar.

El Santiagueñazo es un ícono en la historia política: el retrato de una ciudadanía débil agitada por unas horas.

Desde adentro
El Santiagueñazo fue orquestado desde afuera de la provincia; el nuevo Santiagueñazo será una erupción, una solfatara, desde las entrañas “del recreado santiagueño”.

Crédito: La Voz

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