Por Aldo Bravo
Recuerdo aquel 4/9/1998. Eran poco más de las 7 am,
sonaban gravemente las campanas de la Catedral mientras caminaba rumbo a la
oficina como todos los días. Al llegar alguien me dice que había tenido un
accidente el entonces obispo Gerardo Sueldo. Pensé inmediatamente: ¡Este pueblo
no puede tener tanta mala suerte! Después del incendio de 1993 había vuelto a
ganar uno de los principales causantes de aquel diciembre violento y el obispo
Sueldo era prácticamente el único que marcaba implacablemente la asfixia que
provocaba la dominación juarista, ya en tiempos en que estaba a cargo de la
Señora (no me pidan que escriba su nombre porque mi memoria prefiere olvidarse
de ese detalle).
Hoy, más que nunca, tienen absoluto valor sus
palabras y seguramente se abochornaría de la acumulación de poder y dinero que
han hecho quienes deben administrar los recursos que son de todos los
santiagueños.
A tu querida memoria, monseñor Gerardo Sueldo: ¡La
lucha por la Justicia y la distribución de la riqueza sigue de pie!
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